El minimalismo como corriente de pensamiento ha sido estudiado en
numerosas disciplinas como la pintura, la escultura, la arquitectura, la
música, el diseño, la cocina o la literatura. Por lo general las
diferentes ideas que desarrollan las doctrinas del minimalismo giran en
torno a la idea del “Less is more” (menos es más) que popularizó el arquitecto Mies van de Rohe
y que viene a querer decir que, en muchas ocasiones, la mejor forma de
sacar provecho de un objeto, un entorno o una idea es precisamente
reduciéndola a su mínima expresión, liberándola de todos los detalles
superfluos .
Sin embargo este concepto rara vez lo vemos aplicado a nuestro propio pensamiento. Es lo que yo llamo el minimalismo mental
y que, a grandes rasgos, consistiría en eliminar de nuestra corriente
de consciencia todos aquellos pensamientos que se apelotonan en nuestro
diálogo interior y que en la gran mayoría de casos no aportan nada a
nuestro bienestar psíquico, muy al contrario muchos de estos
pensamientos típicos una mente “maximalista” tienden a ser nocivos y acaban intoxicando nuestra corriente cognitiva y perjudicando nuestra salud mental.
Es muy importante por lo tanto monitorizar constantemente nuestro
diálogo interno y eliminar de él todo pensamiento nocivo antes de que
afecte a nuestras emociones. Es necesaria constancia y un entrenamiento
diario y continuado, pero con el tiempo y la práctica es posible
transformar nuestra mente para reducir el número de pensamientos
inútiles y concentrar su atención en aquellos pensamientos que son
útiles en el desempeño de nuestra vida diaria y que nos ayudan a
sentirnos bien.
Existe la estúpida creencia en occidente de que para resolver los
problemas debemos estar permanentemente preocupados en ellos y que no
pensar es propio de idiotas o bobos, pero lo cierto es que al igual que
un atleta de competición debe vigilar estrictamente sus periodos de
descanso físico para aumentar su efectividad, de la misma forma es muy
recomendable saber regular el consumo de energía de nuestro cerebro para
aumentar su eficiencia. De hecho “adelgazar” nuestra corriente de
pensamientos y reducirla a aquellos pensamientos que nos benefician o
nos aportan algún tipo de aprendizaje suele revertir en un aumento de
nuestra creatividad, productividad y paz interna, beneficiándonos
mental, física y emocionalmente. Técnicas como la respiración consciente
o la meditación pueden ayudar en este objetivo de conseguir una mente
minimalista.
¿Cuáles son los pensamientos que deberíamos eliminar entonces?, pues,
en general, todos aquellos pensamientos estériles que no aportan nada
al conocimiento sino que únicamente se regocijan dándole vueltas a
cuestiones insolubles, cómo cuando rememoramos esa discursión que
tuvimos con alguien, discursión que ya está acabada y finiquitada en el
tiempo, pero que sigue golpeando nuestra autoestima de forma machacona,
o cuando empezamos a lanzar mentalmente improperios contra el mundo o
contra nosotros mismos por algo que consideramos injusto o por algo que
creemos hicimos erróneamente. Si caminando hacía casa pienso “tengo que cambiar las sábanas hoy sin falta porqué están sucias”, ese pensamiento es útil, pero si continúo añadiendo otros cómo “Ya me vale, debería haberlas cambiado hace una semana” o “Soy un desastre, no hay forma de que haga las cosas bien”
esos otros pensamientos aparte de ser totalmente inútiles contribuyen a
aumentar el ruido mental y perturbar nuestro estado interno. ¿Os habéis
parado pensar que cantidad de pensamientos de los que tenemos al cabo
del día son de este segundo grupo?. El truco consiste en ignorar estos
pensamientos cuando detectamos que están empezando a nacer y dejar que
pasen sin prestarles atención, desviando nuestra atención a cualquier
otra cosa.
El minimalismo mental es una actitud que, aunque necesita de práctica
constante, mejora nuestra salud mental a medio y largo plazo y nos
convierte en individuos psicológicamente más fuertes.
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